El expresidente, la danta y el páramo
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Francisco
J. Durán, Mastozoología, Museo Nacional de Costa Rica
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En las cimas de las más altas del
país (principalmente Cordillera de Talamanca y Cordillera Central) se
encuentra un tipo de vegetación de poca altura, muy diferente a los bosques
de bajura, donde domina un bambú llamado chusquea.
Se trata del páramo. Son sitios con baja temperatura durante la noche,
pudiendo amanecer escarcha entre la vegetación en los meses más fríos del
año. Pareciera un lugar con poca vida, pero aún estos sitios cuentan con
muchas especies de fauna de todo tipo. Tal vez el caminante se detenga
fascinado por unas extrañas y grandes huellas donde sobresalen tres dedos. Esas
son las huellas del mayor mamífero silvestre terrestre de Costa Rica, la danta
(Tapirus bairdii),
que también habita estos altos y fríos lugares.
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Páramo, cerro Sákira, cerro
de la Muerte.
Fotografía: Francisco
Durán
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Este gran herbívoro habita tanto al nivel del
mar como en los bosques de zonas altas. Es un visitante regular de las zonas
de páramo, a veces abriendo angostos pasos entre la vegetación y siendo
factible ver sus huellas, excrementos y con suerte a la misma danta.
Alimentándose de diversas especies de plantas, este mamífero es un componente
importante en la ecología del páramo.
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Hoy día todavía las huellas de las dantas
pueden encontrarse en estos sitios, a veces a pocos metros de las carreteras.
Esto da paso a la problemática de los atropellos, pues varias veces algunos
ejemplares de este magnífico animal han sido atropellados en la carretera del
cerro de la Muerte, posiblemente por los vehículos a gran velocidad en
conjunto con la súbita aparición de la danta en la vía.
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Huella
de danta, Tapirus
bairdii.
Fotografía:
Francisco Durán.
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En los últimos años, más de 20 dantas han sido
atropelladas. Estos accidentes ocurren mayormente entre 6 de la tarde y 5 de
la mañana, horas en que precisamente la falta de visibilidad y lo quebrado
del terreno debería hacer que las personas que transitan por el lugar
conduzcan con mayor precaución. De ese modo al ser la danta una especie en
peligro de extinción, ve agravado su estatus por el hecho de que tarda mucho
en tener solo una cría. Su período de gestación es de unos 13 meses.
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La danta no es la única especie con este problema, pues
también han sido atropellados animales propios de la zona como el cabro de
monte (Mazama temama) y el tigrillo
(Leopardus tigrinus), entre otros
muchos que al abrirse paso a las zonas boscosas y verse obligados a atravesar
la carretera, corren el riesgo de morir atropellados, por lo que
definitivamente es necesario tener algo de conciencia al manejar por esta
zona que aún hoy día es paso de animales silvestres, por lo que una velocidad
que no sea excesiva favorecerá tanto a la fauna como a los conductores, al
evitar accidentes.
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La danta es realmente una especie notable e
importante del páramo. Tanto así que la danta y el páramo son dos componentes
citados en una obra literaria de uno de los expresidentes más conocidos de
Costa Rica. Se trata de un librito que sobresale por su estilo narrativo, una
evidente descripción nostálgica del paisaje y de gente de la zona de Los
Santos, que seguramente no hubiéramos adivinado en un político-militar. Se
trata de la novela Cubaces tiernos en abril, del expresidente
José Figueres Ferrer (1906-1990). Hubo una segunda edición de 1976 (la
primera fue en 1975) con muchas fotografías a color, la UNED rescató este
texto en una edición del 2002, sin las fotografías.
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Portadas de la novela corta "Cubaces tiernos en abril" de José Figueres: la segunda
edición de Lehmann Editores (1976) y la edición de
la EUNED (2002).
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José Figueres fue presidente de la república en tres
periodos (1948-1949 (de facto), 1953-1958 y 1970-1974). Su paso es recordado
por algunas reformas como la abolición del ejército (1 diciembre 1948), también
tuvo una fuerte participación en conflictos como la guerra civil de 1948.
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Quien solo tiene esta imagen del presidente
difícilmente relaciona su faceta con esta breve novela nostálgica de esa Costa
Rica pasada, de los años 30. Pero en este caso nos interesa el papel del
Cerro de la Muerte en su narración. En varias líneas el escritor resalta las
difíciles condiciones de pasar por el cerro de la Muerte durante aquellos años,
caminatas de 4 o 5 días. El único refugio eran unos albergues construidos
entre 1910 y 1912. Para transitar solamente había trillos a pie o caballo y
el escritor hace hincapié en el conocimiento de los trillos dejados por las
dantas para ser usados algunas veces asimismo por los viajeros del agreste
páramo.
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Escribe: "Medios siglos emplearon
los labriegos descalzos que empujaban hacia el sur la frontera del territorio
habitado, para abrir aquellos 70 kilómetros de trocha de carreta, a pico y pala,
casi con las uñas, cuesta arriba y cuesta abajo, vuelta y vuelta, prefiriendo
pasar por las crestas o "filas" de las montañas, porque requieren menos
excavación que las faldas laderosas, a veces
ensanchando simplemente los corredores de las dantas y los cabros
montañeses".
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Tampoco escapa al escritor la vegetación del sitio y
las condiciones climáticas del lugar. Conoce la denominación de la palabra
páramo para ese tipo de vegetación. En una de las páginas nos comenta sobre
el paso de los viajeros al llegar la noche, dentro del albergue, en sus
viajes:
"Pero
en la enana vegetación del páramo, la leña para encender fuego y calentarse
es húmeda y escasa. Algunos pernoctadores,
compungidos, sintiéndose casi como caníbales, desesperadamente arrancaban las
varillas redondas del bahareque de las paredes y las quemaban. Pronto los
terrones del relleno caían al suelo, abriendo bocarones al viento frío y a
los granizos".
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Dentro de la literatura costarricense vale la pena la
lectura de esta joyita literaria que es una descripción que nos hace viajar
al pasado de la zona de los Santos, del Cerro de la Muerte cuando era un
lugar de difícil paso, más convivencia y conocimiento de las personas con los
animales silvestres y de la gente de una Costa Rica pasada.
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